Los tambores del apocalipsis suenan a Carlinhos Brown

noviembre 8, 2009

El apocalipsis se acerca.

Lo saben los científicos, lo sabían los mayas y desde luego lo sabe y siempre lo ha sabido esa inteligencia infinita e inabarcable a los que unos llaman Dios y otros Spaghetti Volador.

Vamos, diría que el único que vivía en una feliz ignorancia hasta hace poco era yo mismo, por eso no actualizaba el blog, total tenía todo el tiempo del mundo.

En el tintero quedaron posts potencialmente interesantes como el que describía mis visiones alucinatorias en las cataratas de Ouzoud, Marruecos, o el que instaba a que se enviara un barco lleno de etarras a liberar a los marineros del Alakrana.

Pero centrémonos en lo que realmente nos interesa, el apocalipsis decía. Lee el resto de esta entrada »


Crónica Negra: La historia de un bala perdida

septiembre 16, 2008

 

Pedrito Winchester nunca pasó de bala perdida.

Él, que había sido joven brillante y vigoroso. Su sueño era trabajar para la Policía -o en su defecto el Ejército. Quería luchar contra las injusticias, proteger a los desamparados, detener a pérfidos ladrones o malvados terroristas (1). Y estaba sobradamente preparado.

Pero algo se torció en su camino. Tal vez fuera por mala suerte, tal vez por haberse juntado con la gente equivocada. Tampoco tuvo elección. Su orgullo y el sentido del deber seguían intactos, con la diferencia que su entorno se había tornado lúgubre. En las esferas más bajas de la ciudad, en un club de carretera, el bala perdida, velaría por la protección de su mentor (2) -y a su vez de aquel grupo de chicas tristes llegadas del este (3).

Hasta aquel fatídico día. Y es que los bajos fondos son peligrosos: una riña tonta, una timba de poker amañada, una venganza, un timo (4)… Aquella noche fue un simple borracho que en su locura había desenfundado un cuchillo-tenedor y amenazaba a una de las tristes señoritas (5). Se oyó un disparo! …. Era Pedrito! …. UN GRITO! …. Femenino! ………. Silencio ………

Hoy todo ha pasado, bueno casi todo. Pedrito se encuentra en el hospital, alojado entre la 4ª y 5ª vértebra de la pobre señorita (6). El borracho no tiene ni idea de como logró esquivarlo y escapar. Ella sobrevivirá. Pedrito también, pero deberá pasar por interminables sesiones de reconocimiento en laboratorios forenses (7). Seguramente acabará perdido en algún informe pericial o sumario judicial… En algún almacén, olvidado.

Él hubiera querido ser un héroe… pero jamás pasó de ser una bala perdida (8).

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Dos, tres, casi cuatro

agosto 14, 2008

Resulta que yo en los trenes me aburro. Me aburro mucho. Y para ir a trabajar cada mañana tengo que coger el tren. Cada día el mismo andén, el mismo vagón, la misma puerta y casi el mismo asiento. Siempre me muero de sueño. A mi alrededor, por supuesto, la misma gente.

Lo he intentado todo.

Dormir.
Mirar los periódicos gratuitos.
Leer cosas del trabajo.
Escuchar música.

No funciona nada. Bueno, dormir tal vez, pero podría funcionar demasiado bien.
Así que escucho a la gente a mi alrededor, a los que a esas horas ya tienen fuerzas para hablar.

Uno de ellos, el más destacado, es el Procesador 2. Ese es el nombre con el que le conocí, al menos. Se trata de un hombre de unos cuarenta años, un poco calvo, gafas de montura. Habla mucho, habla alto, habla con la voz confiada que no tendría un simple Procesador 1, por ejemplo. ¿A quién le habla? A la novia de un antiguo compañero de colegio que tiene la suerte de subirse cada día al mismo vagón. ¿De qué le habla? Sobre la jerarquía.

No creas que el Procesador 2 empezó ya con ese estatus, se lo ha ganado. Antes fue Procesador 1, antes auxiliar de técnico procesador, antes estudiante, antes niño, antes larva, supongo. Ahora, pocos días después de que yo haya conocido su voz en el tren, le han ascendido a Procesador 3. Su discurso suena más fuerte, más confiado. Y no solo eso, le han ascendido antes que a un Procesador 2 que llevaba más tiempo en la empresa que él. Según sus propias palabras, eso conlleva una gran satisfacción.

Un par de semanas más tarde la cosa ha mejorado, ya le han pasado algunas de las funciones del Procesador 4 . Si te imaginaras la cara del Procesador 4 que ve cómo el casi recién llegado Procesador 3 realiza sus tareas con mayor eficiencia que incluso el Procesador 5 (sí, yo también me pregunto cuántos tipos de Procesador hay)… Según la voz confiada y ahora ya un tanto chillona, el momento de su ascenso fue algo casi orgásmico.

No se trata de hacer las cosas bien o mal, se trata de hacerlas a la manera de la empresa. No se trata de reflexionar sobre cada punto del trazado, se trata de mostrar seguridad. La voz del Procesador me alecciona indirectamente cada mañana. No se trata de ser un buen trabajador, se trata de ser un trabajador con proyección.

Martes de la última semana antes de mis vacaciones. Observo como la novia del amigo de la infancia del Procesador avanza por el andén de la estación, escogiendo un vagón distinto. Cuando subo, el hombre le busca con la mirada sin encontrarle. Baja la cabeza, se funde con nuestro grupo de viajeros dormidos y observa el suelo con resignación. Al final supongo que de tanto querer ser un número, el tipo lo consiguió.

Por cierto, terminado este relato, sigo sin saber de que va el trabajo ese de Procesador. Tanto puede ser un matemático como un basurero como un agente secreto. Pero en todo caso, si no le han ascendido durante mis vacaciones, cuando vuelva a subir al tren frente a mi se sentará uno de tipo 3.


La taza

julio 12, 2008

Yo era de los que en la oficina usan vasos de plástico para beber café y agua, y un día tuve la ecológica idea de comprarme una taza de cerámica. Pensé que, por mínima que fuese la contribución, era innecesario derrochar vasos de plástico cuando yo mismo podía evitarlo gastándome tan sólo un euro y medio. Tal era la alegría de mi estreno, que fui escampando la buena nueva por todos los rincones. Y a las primeras de cambio, me topé con un sabelotodo.

Un sabelotodo de esos pequeñitos y con voz de pito que tienen siempre datos escondidos en la recámara dispuestos a dispararlos cuanto más fastidio puedan ocasionar. ¿A qué no sabía, me dijo, que la fabricación de una taza de cerámica requiere mil veces más energía que la de un vaso de plástico? Realmente, continuó, no le estaría haciendo un favor al planeta hasta que no usara la taza al menos mil veces. Y, claro, las mil veces asumen que los vasos de plástico son usados una sola vez, pero que haciendo como él, que reutilizaba el mismo vaso durante todo un día, entonces serían dos o tres mil veces, y todo ello asumiendo que el vaso fuera opaco, porque el transparente es incluso menos costoso de producir, y ya no contamos el agua que gastamos lavándola. Y estas cosas pasan, prosiguió, porque la gente no se informa ni piensa y se suma a todas las modas, que la gente habla mucho sobre la contaminación y el deshielo, pero que ¿a que no sabía que en la Antártida hay cada vez hay más hielo?

Así que los días posteriores a esta flamante reprimenda, ahí estaba yo, con un dilema existencial, sin saber si le habría hecho un favor al mundo o habría cometido un delito contra él, sin saber si al planeta le iba a salir más a cuenta que siguiese usando mi taza o que me deshiciera de ella directamente. Y todo ello por culpa de esta marabunta de información (y desinformación) en tan corto tiempo que supone el temor al cambio climático.

Os preguntaréis cuál fue el desenlace de la historia. La taza acabó desapareciéndome. Así, de repente. Alguien se la llevaría por error, alguien me la robaría, o alguien la rompería sin querer y me lo ocultaría, no lo sé ni me importa, el caso es que la taza ya no estaba ahí, y alguien se había convertido en héroe o villano, tampoco lo sé, pero al menos me había librado de una carga insoportable y me había hecho un favor que no sabría cómo agradecer. Así que ahora escribo esto mientras me tomo mi café de la mañana en un vaso de plástico, y he decidido preocuparme por otras cosas. Y es que, como dijo Xavi, a veces matamos moscas a cañonazos y a veces pretendemos parar cañonazos con matamoscas.


El día en el que salvé el futuro

julio 9, 2008

Hoy, a raíz de una foto que ha salido de los líderes del G8 plantando unos arbolillos como símbolo de lucha contra el cambio climático, me he acordado de que hará unos 15 años hubo un día en el que me encontré en esa misma situación (*) .

Por aquel entonces iba a un colegio muy moderno, de esos a los que muchos ejecutivos apuntan a sus hijos para que tengan una educación de izquierdas. Eramos europeístas, dinámicos y ecológicos. Nos preocupaba el cambio climático, las pérdida de la cultura de la sociedad y la desaparición de las anchoas. Cuando realmente queríamos sacar buena nota en un examen nos lanzábamos a pronunciar discursos de cómo el deterioro de todas esas cosas era un tema que preocupaba muchísimo a LA JUVENTUD.

En ese ambiente no es de extrañar que tarde o temprano a alguno de nuestros compañeros o profesores (ya no recuerdo) se le ocurriese la brillante idea de que debíamos plantar un árbol. Al fin y al cabo así demostraríamos cómo la naturaleza era uno de los grandes temas que le quitaba el sueño a LA JUVENTUD.

El lugar señalado fue un pequeño montículo situado justo al lado del campo de fútbol del colegio. No recuerdo exactamente qué es lo que me tocó plantar a mí (cada uno tenía su propio árbol, que anda que no hubiese fastidiado que tu vecino de pupitre se erigiese como salvador del planeta mientras tú sólo podías mirar). Sí recuerdo que el dichoso montículo tenía un suelo muy duro, tierra de esa que se te mete bajo las uñas y luego duele de lo reseca que está. Claro, yo acabé cavando con las manos, que es todavía más ecológico que utilizar una azada.

¿Que cómo sienta eso de salvar el mundo? Como no quiero que los lectores de este blog os dediquéis a acribillar a llamadas a los pobres líderes del G8 preguntando a ver qué tal les ha parecido la experiencia, os diré que plantar un árbol es algo bastante satisfactorio, debería hacerse al menos una vez en la vida. Posiblemente sea menos doloroso que escribir un libro y posiblemente más aburrido que tener un hijo, aunque tampoco puedo comparar (sin chistes, por favor).

En todo caso, aunque desconozco el futuro de lo que han plantado el tito Bush o Sarkoman, sí recuerdo perfectamente el destino de mi amigo vegetal.

Sucedería un par de cursos más tarde. No creo que fuese idea de ninguno de mis compañeros (aunque nunca se sabe, al crecer eso del ecologismo izquierdoso pasa de moda/utilidad y era la época del boom de la construcción) pero la cuestión es que a alguien se le ocurrió que si el FC Barcelona tenía espectadores viendo sus partidos nosotros no íbamos a ser menos. Así que el montículo ecológico acabó sepultado bajo unas espectaculares gradas de cemento.

Podría calificar el hecho como metafórico, o algo, pero la verdad es que lo que más me jode es que por una vez los líderes del G8 fueran más previsores que yo y hayan puesto su planta en el japón, que allí apenas se juega al fútbol.

(*) La de plantar un árbol digo, no la de ser líder del G8. Esa anécdota la dejaremos para otra ocasión.