Resulta que yo en los trenes me aburro. Me aburro mucho. Y para ir a trabajar cada mañana tengo que coger el tren. Cada día el mismo andén, el mismo vagón, la misma puerta y casi el mismo asiento. Siempre me muero de sueño. A mi alrededor, por supuesto, la misma gente.
Lo he intentado todo.
Dormir.
Mirar los periódicos gratuitos.
Leer cosas del trabajo.
Escuchar música.
No funciona nada. Bueno, dormir tal vez, pero podría funcionar demasiado bien.
Así que escucho a la gente a mi alrededor, a los que a esas horas ya tienen fuerzas para hablar.
Uno de ellos, el más destacado, es el Procesador 2. Ese es el nombre con el que le conocí, al menos. Se trata de un hombre de unos cuarenta años, un poco calvo, gafas de montura. Habla mucho, habla alto, habla con la voz confiada que no tendría un simple Procesador 1, por ejemplo. ¿A quién le habla? A la novia de un antiguo compañero de colegio que tiene la suerte de subirse cada día al mismo vagón. ¿De qué le habla? Sobre la jerarquía.
No creas que el Procesador 2 empezó ya con ese estatus, se lo ha ganado. Antes fue Procesador 1, antes auxiliar de técnico procesador, antes estudiante, antes niño, antes larva, supongo. Ahora, pocos días después de que yo haya conocido su voz en el tren, le han ascendido a Procesador 3. Su discurso suena más fuerte, más confiado. Y no solo eso, le han ascendido antes que a un Procesador 2 que llevaba más tiempo en la empresa que él. Según sus propias palabras, eso conlleva una gran satisfacción.
Un par de semanas más tarde la cosa ha mejorado, ya le han pasado algunas de las funciones del Procesador 4 . Si te imaginaras la cara del Procesador 4 que ve cómo el casi recién llegado Procesador 3 realiza sus tareas con mayor eficiencia que incluso el Procesador 5 (sí, yo también me pregunto cuántos tipos de Procesador hay)… Según la voz confiada y ahora ya un tanto chillona, el momento de su ascenso fue algo casi orgásmico.
No se trata de hacer las cosas bien o mal, se trata de hacerlas a la manera de la empresa. No se trata de reflexionar sobre cada punto del trazado, se trata de mostrar seguridad. La voz del Procesador me alecciona indirectamente cada mañana. No se trata de ser un buen trabajador, se trata de ser un trabajador con proyección.
Martes de la última semana antes de mis vacaciones. Observo como la novia del amigo de la infancia del Procesador avanza por el andén de la estación, escogiendo un vagón distinto. Cuando subo, el hombre le busca con la mirada sin encontrarle. Baja la cabeza, se funde con nuestro grupo de viajeros dormidos y observa el suelo con resignación. Al final supongo que de tanto querer ser un número, el tipo lo consiguió.
Por cierto, terminado este relato, sigo sin saber de que va el trabajo ese de Procesador. Tanto puede ser un matemático como un basurero como un agente secreto. Pero en todo caso, si no le han ascendido durante mis vacaciones, cuando vuelva a subir al tren frente a mi se sentará uno de tipo 3.